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Godofredo
García Baca sigue vivo en cada peruano.
La modernidad
es uno de los más ansiados sueños que tenemos como país y ello según
algunos analistas va únicamente de la mano con la economía, sin
considerar que los soportes fundamentales de todo país que desea
desarrollar son: salud, educación, justicia y seguridad, sin embargo,
desde hace 500 años los encargados de administrar el país solo se
preocuparon por establecer excelentes lazos comunicativos con los
poderosos, lazos tintineantes, siempre fue así. Hoy se reitera la
historia, que en forma consuetudinaria sigue pervertida y encaminada a
beneficiar a unos cuantos, en desmedro de las masas, las verdaderas
propietarias de tierras, cultura y recursos.
Recordemos
que fue justamente el vil metal el que torció las conciencias de los
conquistadores, los peruanos de entonces se dedicaron a recolectar oro y
plata para el conquistador, a partir de allí las voluntades se compraron
y vendieron y el país empezó una vertiginosa carrera minera. Hoy Perú
está lotizado en puntos estratégicos de minerales e hidrocarburos, de
tal modo que nos hemos transformado en proveedores de oro, plata, cobre,
zinc, petróleo y gas, descuidando nuestro potencial agrícola. Los
alimentos tenemos que importarlos. Nos dicen que la caja fiscal está
mayormente alimentada por los tributos mineros, pero no se nos dice toda
la verdad. Lima se ha visto invadida por millones de agricultores, que
ahora se dedican a vender caramelos, limpiar carros, “cachina y
reciclaje” o viven del “invento” y del cachuelo. En los años 70 se hizo
una reforma agraria incompleta.
Pero de la
minería no se nos dice toda la verdad, del peligro que significan las
minas de tajo abierto y los vientos; los ingentes recursos hídricos que
requiere la minería en desmedro del agro, los arreglos que se hacen para
que los tributos de las empresas mineras queden menguadas con el cuento
de la reinversión; de los relaves y filtraciones, del envenenamiento
sistemático que viene sufriendo nuestro país desde hace cientos de
años; de los innumerables problemas psicológicos y sanitarios que esto
acarrea para nuestros niños y jóvenes estudiantes, de la carga mortífera
que acumula nuestra tierra, que se vuelve improductiva; de los problemas
orgánicos que ocasionan los humos, polvos y residuos expulsados en
fundiciones, carreteras y puertos de embarque y por los cientos de
socavones que han invadido un territorio dedicado a la forestación,
siembra de frutales y cultivo de productos alimenticios que salvaron del
hambre a Europa en su momento. Hoy tenemos que dedicar esos truculentos
y escasos ingresos tributarios y hasta “óbolos mineros” (a lo que hemos
llegado) para comprar trigo, papa, carne, arroz, maíz, etc., cuando esos
productos pueden ser de nuestra producción, incluso exportados. Pero
además cabe preguntar ¿a qué se dedican esos óbolos y donaciones de las
mineras? Los óbolos son la respuesta a la mendicidad: ¿A eso hemos
llegado?
Por otro
lado, nuestro país fue frenado en la construcción de ferrocarriles, hoy
el transporte es precario; nuestras costas son recorridas por barcos
extranjeros, tripulados por extraños, el cabotaje es ajeno; nuestros
aires son surcados por naves extranjeras y hasta Machupicchu es visitado
por turistas, transportados por una empresa extranjera; nuestros
mercados están en manos de extranjeros, la telefonía, la banca, la
energía, los puertos y así el país ha sido entregado al extraño, porque
todo se ha manejado por un sistema corrupto, que hipoteca nuestros
bienes a cambio de prebendas para ellos, los que dominan en el sistema,
no les importa para nada el futuro de sus propios hijos nietos, solo
les interesa su actual bienestar.
Si este
mensaje es escuchado en esta emisora es porque sus dueños son peruanos
que buscan el bien de su país y no porque lo escrito va contra sus
intereses o los de sus benefactores. En cada región del país tenemos un
enclave minero que tendremos que soportar, pero quizá puedan decirme:
¿Ud. está en contra de la minería y la inversión extranjera? Mi
respuesta es no, cuando tanto una como la otra vayan acompañadas de
contratos transparentes, que busquen el desarrollo local y una minería
altamente tecnificada (que disminuiría sus utilidades), una minería que
proteja a trabajadores, población, tierras y ecología y no en la maraña
de contratos truculentos que solo procuren el enriquecimiento de sus
dueños y los cancerberos que la apoyan en la localidad. Ya tenemos los
ejemplos de Choropampa, Pasco y Kingsmill, solo para citar tres casos
emblemáticos. Las estadísticas nos señalan que Huancavelica, Puno,
Cajamarca, Pasco son las regiones con el más alto índice de pobreza en
Perú y son enclaves mineros, entonces ¿cuál es la bandera enarbolada por
las mineras, que la minería es riqueza y desarrollo? Lo es pero para sus
dueños, no para las comunidades, verdaderas propietaria de la riqueza
pero víctimas del afán minero. Estamos en los primeros lugares en el
mundo en producción de minerales, pero últimos en niveles educativos.
¡Qué paradoja! Nos envenenan con plomo, gases, mercurio. Ahora si está
reconocido que en 1987, desde la Fundición de Ilo de la SPCC, la
emisión de gases de dióxido de sulfuro llegaba a 1,912 toneladas
diarias. ¿Cuánto ha soportado el agro sur-peruano desde los inicios de
esta fundición en 1960?
Despertemos
del letargo y enfrentemos a los explotadores y a los que envenenan la
tierra y los organismos de nuestros hijos y nos dejan una tierra
improductiva para nuestros descendientes. Que inviertan en protección,
que garanticen salud y compartan utilidades con las comunidades y
tributen con honestidad.
Jorge Paredes
Romero
Lima - Perú |
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