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Un dilema llamado Acuña
Escribe:
Marco Sifuentes
En un país funcional, César Acuña debería estar preso. En abril del
2012, el periodista Christopher Acosta, entonces de la agencia INFOS,
demostró —mediante una de las investigaciones periodísticas más
acuciosas jamás realizadas sobre un líder regional en nuestro país—
cuál era el modelo de corrupción del entonces alcalde de Trujillo.
Durante más de un año, Acosta revisó un millar de documentos y
entrevistó personalmente a decenas de involucrados. ¿Su conclusión?
En el primer periodo de Acuña al frente de la Municipalidad de
Trujillo, se destinó una partida de 8 millones de soles para, entre
otros fines, obtener apoyo político. Decenas de militantes de
Alianza para el Progreso (APP) recibieron, cada uno y en persona,
cientos de miles de soles que solicitaron a una partida de
‘subvenciones sociales’ del gobierno local. Plata como cancha.
Tres fiscales intervinieron la Municipalidad de Trujillo apenas fue
publicada la investigación —que cualquier persona (apunta, Anel)
puede leer accediendo al portal La Mula— pero, hasta ahora, nada.
Otro caso: en las elecciones regionales del año pasado, su partido
encabezó el ranking de agrupaciones políticas con más candidatos
alguna vez condenados por el Poder Judicial. Según un conteo del
hacker Aniversario Perú (toma nota, Beatriz): APP postuló a nada
menos que 113 sentenciados, 28 de ellos con condenas vigentes al
momento de su candidatura, 52 por sentencias de alimentos, 11 por
peculado y 4 por tráfico ilícito de drogas, entre otras perlas. Una
raza distinta.
Y hay más. Mucho más. Datos conocidos por todos los periodistas que
hayan venido haciendo su tarea. Y también, por supuesto, conocidos
por todos los políticos, incluido el próximo perjudicado: PPK, quien
—¿ya nos olvidamos?— postuló a la presidencia en el 2011 aliado con
Acuña, permitiendo que APP pasara la valla y hasta utilizando su
logo.
Pero el gran público no tiene ni idea del historial de Acuña y APP.
Para la mayoría de peruanos (salvo los del sólido norte acuñista),
el señor es una cara nueva a la que los medios ya le empezaron a
hacer apanado. Y ya sabemos lo que pasa cuando la gente percibe que
los medios atacan a un político.
¿Qué deberían hacer los medios? ¿Ignorar las graves denuncias sobre
Acuña y, así, dejar de popularizarlo? ¿O exponerlo tal como es y,
así, conseguir que pase a la segunda vuelta? Lo siento, es un falso
dilema. A menos, claro, que alguien conozca una máquina del tiempo
que nos permita regresar a todas esas elecciones en las que los
medios emprendieron campañas de odio y miedo (perdiendo todas, como
bien sabe Favre). El viajero en el tiempo también debería evitar que
el 80% de la programación “informativa” de la señal abierta esté
monopolizada por la farándula, ingeniárselas para crear espacios de
investigación y debate en horario estelar, y conseguir que la prensa
deje de mirarse el ombligo limeño para prestar atención a lo que
pasa en el resto del Perú. En resumen, conseguir que el ambiente
mediático de este siglo haya sido medianamente racional.
Pero como la máquina del tiempo no existe, nos encontramos atrapados
en una paradoja: todos los medios que, esta vez, hagan bien las
cosas y difundan todo lo que hay que difundir sobre Acuña
probablemente solo consigan que siga subiendo en las encuestas. Y,
lo siento, ya es muy tarde para escapar de este dilema. Too late. Ya
fue. El sueño de la razón produce monstruos.
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