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Por considerarlo
interesante es que publico estos escritos de
Cesar Hildebrandt
Los Secretos
del Diario El Comercio, según César
Hildebrandt
Hace algunos años el periodista César
Hildebrandt publicó algunas cartas públicas
a el diario el Comercio, en este blog “Museo
de la Memoria” recordamos de qué se trata:
CARTA A EL DIARIO EL COMERCIO: 3 de febrero
del 2008
hildebrandt-unas-palabras-f
Sr. Director del
Diario El Comercio:
Usted heredó un periódico –el que González
Prada llamó carreta de basura, qué exceso de
anarquista, qué lisura por Dios– y una gran
fortuna, que empezó a extenderse desde 1984,
con la inauguración de la nueva planta, y
que creció considerablemente con vuestras
talentosas movidas financieras resurfeando
sobre el dólar MUC del doctor Alan García.
Yo heredé sólo un apellido que he mantenido,
con el pesar de algunos de los que trabajan
para usted, limpio. Y tenga por seguro que
haré todo lo que esté a mi alcance para que
ninguna campaña trate de ensuciarlo. Yo
tengo un honor que defender. Y lo defenderé
en todos los terrenos.
A pesar de su poder, usted, señor Miró
Quesada, no ha podido jamás figurar en
ninguna encuesta de credibilidad. Ni como
directivo de El Comercio ni a título
individual. Y es que usted es uno de los
mayores responsables del descrédito de la
prensa escrita, descrédito certificado por
todas las encuestas recientes. ¿Y por qué?
Porque usted embarra a quien le molesta,
embiste a quien “lo desacata” –el caso de la
Fiscal de la Nación es clamoroso– y puede
defender lo indefendible si está en la
esfera de sus intereses. Y usted está
convencido de que todos nos morimos de miedo
ante El Comercio. Yo muchas veces muero –es
cierto– ante El Comercio. Pero muero de
risa, señor director. Me dan risa los aires
que se dan los Miró Quesada. Y me da mucha
risa cuando usted editorializa sobre “la más
noble de las profesiones”.
Me he ganado, a solas y a pulso, un cierto
reconocimiento público. Como comprenderá,
ese reconocimiento nada tiene que ver con mi
inexistente simpatía o con mi ausente
carisma. Tiene que ver con mi terquedad y
con mi incomprabilidad.
Ayer, uno de sus esbirros ha tratado de
vincularme, de nuevo, con el caso Zevallos.
Por toda prueba, dice que en 1997 yo
entrevisté a un testigo que primero acusó a
Zevallos y luego se desdijo. Y cita unas
palabras mías pronunciadas hace once años en
torno al interés de Chile de tumbarse a “Aerocontinente”.
Lo que no dice su periódico es que en 1997
“Aerocontinente” era una empresa tan seria y
formal que El Comercio firmaba todos los
años contratos publicitarios con ella. Lo
que no dice su periódico es que en 1997
Fernando Zevallos era un empresario al que
“La revista dominical” –el programa que se
emitía en el canal de los Crousillat y se
compaginaba muchas veces en el SIN– había
acusado, sin pruebas, de estar vinculado con
el narcotráfico. Y lo que no dice su
periódico es que en 1997 Zevallos era, por
la existencia de “Aerocontinente”, una
incomodidad real para los capitales chilenos
que aspiraban a dominar –como lo lograron–
nuestras rutas aéreas. Esos capitales
chilenos que su diario, señor director,
siempre ha representado tan bien, ayer con
su fundador de esa nacionalidad “tan
próxima” y hoy con don Emilio Rodríguez
Larraín, tan allegado a usted y a su
periódico y tan condecorado por la embajada
de Chile.
Claro que propalé esa entrevista. ¿Qué
quería? ¿Que le creyera a pie juntillas a
Nicolás Lúcar? ¿Que tomara la versión
policial, corregida en el SIN, del
fujimorismo putrefacto? Y propalé otras
entrevistas porque eran noticia. Y
entrevisté a Polaco cuando sólo era un
sospechoso y no un autoinculpado. Y si se
hubiese autoinculpado en mi programa, me
habría sentido muy bien. Es que, señor Miró
Quesada, mi fuerte es el periodismo. Yo no
escribo tetudeces bajo el título altivo de
“Buenos días”. Eso se lo dejo a usted.
Me importa un rábano qué ha hecho Pepe Mejía
con su vida. Tampoco soy un juez apócrifo,
como usted, para condenarlo sin apelación.
Hace años que no lo veo ni converso con él.
Y jamás he recibido dinero o bienes de nadie
para emitir una opinión o conceder una
entrevista. Esa calumnia ya la intentó antes
El Comercio, sin éxito pero con malignidad.
Pero lo que más calla El Comercio en
relación a 1997, señor director, es lo que
pasaba dentro de su periódico y lo que
pasaba entre su periódico y el poder
judicial fujimorista.
Y vaya que pasaban cosas. Estaba en pleno
desarrollo la guerra civil que desembocaría,
el 2 de septiembre de 1998, en la denuncia
que hiciera contra El Comercio el ex gerente
general de ese periódico, don Luis García
Miró Elguera.
Y la denuncia consistió en revelar ante el
poder judicial que, durante más de una
decena de años, El Comercio tuvo cuentas
secretas en el extranjero, cuentas que
manejaban unos pocos del directorio, entre
ellos su papá, lamentablemente, señor
director.
Según lo expresado por Luis García Miró
Elguera, en esas cuentas se movieron
millones de dólares no declarados y a través
de ellas se favoreció a algunos Miró
Quesada, se dejó de declarar utilidades y,
por consiguiente, se evadió impuestos
olímpicamente.
¡Fíjese usted, señor director! ¡Qué notición
el que se perdieron sus lectores!Dichas
cuentas fueron
–La cuenta 019-233434 del Chemical Bank
–La cuenta 4031498 del Royal Bank of Canada
–La cuenta 6382769081 del Barnett Bank
Y la cuenta 4280653877, la denominada
“cuenta Marco Polo”, también del Barnett
Bank.
Sostiene el ex gerente general de El
Comercio que hizo denuncia de la existencia
de esas cuentas ante una sesión del
directorio en el año de 1993. Cuando estalló
el escándalo, ¿qué hizo El Comercio?
Según García Miró, sólo devolvió lo que
había en ese momento (1993) en las cuentas
secretas, es decir, la suma de 813,032
dólares. El Comercio habló, en su alegato,
de que había “repatriado” el dinero –con lo
que admitió la existencia de las cuentas–,
pero García Miró ha sostenido ante los
jueces que ahora ven el caso civil que no
hubo tal “repatriación” porque no se cumplió
a cabalidad con la ley 26001, dada por
Fujimori en 1991, y porque esos ochocientos
mil y pico de dólares no llegaron a una
cuenta institucional sino a una que tenía
como titulares sólo a tres personas: José
Graña Miró Quesada, Luis Miró Quesada Valega
y Luis García Miró Elguera. ¿Qué cuenta era
esa? La 0555812 del Banco Wiese. Esa cuenta
había sido usada antes para recabar dinero
negro de los proveedores del extranjero, el
mismo que se repartía entre seis de los
setenta accionistas de El Comercio.
García Miró fue más allá. Alegó con cientos
de documentos ante el juez que El Comercio
tampoco dijo nada de cuánto dinero se había
movido durante la larga existencia de esas
cuentas “reservadas”, cuya creación –según
propia admisión de El Comercio– databa de
1982.
Los 813 mil dólares descubiertos por García
Miró se convertirían en 1994 en “una
declaración jurada rectificatoria” formulada
por los contadores del diario El Comercio.
Pero, como sostuvo García Miró, con eso sólo
se “maquillaba” el ejercicio de 1993. ¿Y los
que van del año 1982 a 1993? ¿Qué pasó con
ellos, señores de Price Waterhouse,
auditores calificados que nunca fueron
enterados de esos dineros más que tiznados?
Más todavía. Según el ex gerente general de
El Comercio, la cuenta 0555812 del Banco
Wiese se siguió usando, como si nada hubiera
pasado, hasta el año 1998. ¿Y para qué,
entre otras cosas? ¡Para comprar, con dinero
girado desde esa cuenta irregular, las
acciones laborales de los trabajadores de El
Comercio, operación que se hizo a través de
“Argos”, empresa próxima a Luis Miró Quesada
Valega, quien se hizo girar un cheque de
500,000 dólares para ese propósito.
En plena batalla campal intestina, El
Comercio llamó a un testigo de descargo. Se
trató del ejecutivo del Wiese Héctor
Grisolle Aguirre, quien declaró que El
Comercio “había realizado, en efecto, una
repatriación de capital”. Eso probó, para
García Miró, la íntima ligazón de El
Comercio y el Banco Wiese, el banco de
Montesinos, y eso explica por qué, a la hora
de informar, su periódico, señor Miró
Quesada, siempre tuvo una opinión sesgada en
torno al carísimo salvataje de esa entidad
financiera. Entidad que, como usted
recuerda, gerenció don Víctor Miró Quesada,
para más señas. Ese es el problema de tener
tanta plata y no separar la bóveda de la
redacción.
El problema de El Comercio, además, es que
cree, señor director, que ha vuelto la época
en que era parte de las turbas
disciplinarias del civilismo. No, señor
director. Esa etapa murió. Y ustedes, por
más que acumulen, no son un poder de la
República. Son un diario que tendría muchas
explicaciones que dar a sus lectores. Son
sólo un periódico plagado de dineros que
cuidar y dineros que convocar. Vuestra
independencia limita al norte con vuestra
chequera y al sur con un cierto y viejo olor
a salitre.
Podrían empezar por responder preguntas como
esta: ¿Por qué, señor director, El Comercio
siguió firmando contratos publicitarios
hasta el año 2005, con la empresa de
“Lunarejo”, “Polaco” y, según ustedes, Pepe
Mejía? ¿No dice usted que su diario supo de
las andanzas sucias de los Zevallos desde
1995? ¿Diez años después, en el 2005,
seguían sus periodistas volando en canje por
“Aerocontinente”? ¿No le da vergüenza eso,
señor director, con todo respeto?
Y, además, no lo entiendo, señor director.
Usted llama narcotraficantes a los Sánchez
Paredes –así lo señala en un valiente
editorial, revíselo, es de hace poco– y en
seguida acepta una catarata de avisos a
página de los Sánchez Paredes. ¿No sabe,
señor director, que puede estar usted
ayudando a lavar dinero? ¿No hay cómo
resistirse al avisaje?
Tampoco entiendo cómo es que publicaron que
la fiscal Julia Eguía Dávalos recibía
dineros mensuales de Montesinos (Pinchi
Pinchi dixit) pero no le dijeron a sus
lectores, en esa misma nota, que fue
precisamente Julia Eguía Dávalos la fiscal
que, en las postrimerías del fujimorismo y
cuando ustedes estaban cogidos del cogote,
declaró prescritos “los delitos cometidos en
el diario El Comercio”. Prescritos, señor
director. Yo tengo esa resolución. Como
tengo tres mil páginas de documentos sobre
su diario. Lo que pasa es que no puedo estar
aburriendo a mis lectores –bueno, no sólo se
lee El Comercio, ¿sabe?–.
Pero, en fin, de las relaciones de El
Comercio con el fujimorismo hablaremos más
adelante, con su permiso, claro está.
Muchos saludos al colega Fernando Ampuero,
investigador en jefe de su periódico, señor
director.
Se despide con la humildad de siempre,
César Hildebrandt
CARTA A EL DIARIO EL COMERCIO: 5 de febrero
del año 2008
cesar-hildebrandtSr. Director del Diario El
Comercio
Quizás pueda decir usted, señor director,
que ayer, en mi respuesta a sus infames
insinuaciones, sólo hablé de una de las
fuentes en el sonado caso de estafa y
apropiación ilícita que protagonizaron
algunos directivos de El Comercio.
En efecto, ayer me atuve a la versión de don
Luis García Miró Elguera, ex gerente de El
Comercio y denunciante de lo sucedido en el
periódico. Pero como yo no hago lo que sus
“investigadores” hacen sistemáticamente,
intentaré, en esta nueva carta, con su
permiso obviamente, dar “la otra versión de
los hechos”, es decir la versión de ustedes,
la versión de El Comercio.
Esa versión, que tengo ante mi vista, es
escabrosa, por decir lo menos. Y lo es
porque acusa a Luis García Miró Elguera de
tantas faltas y delitos que no entiendo cómo
es que ustedes no pelearon hasta ver en la
cárcel al delincuente que describieron en su
contestación a la demanda.
Bajo el título “Sobre su supuesta
trayectoria “intachable”, El Comercio acusa
a quien había sido su gerente general
durante nueve años de lo siguiente:
a) Responsabilidad en el fraude de 474,200
soles perpetrado por espacio de 16 meses por
el señor Jesús Fernández Dávila.
b) Cargo de 950,000 soles a Promotora Ecsa
S.A. para regularizar vales personales,
“claramente realizado para esconder el
problema de los vales provisionales
irregulares del señor Luis García Miró
Elguera…”
c) Un faltante de caja de 1’261,144 soles,
descubierto tras el arqueo realizado el 23
de septiembre de 1992.
d) La sustracción de 30,000 dólares “del
cajón del cajero”, hecho que se repitió,
increíblemente, en mayo de 1993.
e) Autootorgamiento por don Luis García Miró
Elguera de 328,623 soles “a cuenta de
beneficios sociales… sin contar con la
autorización del Directorio”.
f) Ocultamiento del informe de Moreno,
Patiño y Asociados, el que “señalaba una
serie de irregularidades en la
administración de la empresa”.
g) La existencia de vales en caja por un
valor de 5’852,690 soles “sin la
autorización correspondiente”.
h) Autootorgamiento por don Luis García Miró
Elguera de préstamos personales por un valor
de 570,357 soles “sin conocimiento del
Directorio”.
i) Sustracción, días antes del arqueo de
caja, de “los documentos que sustentaban el
faltante”.
Señor director: si todo lo que El Comercio
alega fuese cierto, entonces habría que
decir que su periódico tuvo, durante nueve
años, a un encorbatado malandrín como
gerente general.
La enorme duda que surge es esta: si todo
eso era cierto nadie sabría explicar por
qué, entonces, el periódico llegó a acordar
con el mismo García Miró una “transacción
caballerosa” ocurrida en enero de 1994,
cuando todo lo enumerado por El Comercio se
conocía de sobra y había sido tratado en
Directorio.
¿Transacción caballerosa con alguien capaz
de sustraer documentos y dinero de caja? ¿O,
más bien, señor director, necesidad de
transar con quien sabía demasiado de las
cuentas secretas y otros desmanes contables
de los que hay también registro y
documentación? ¿O, para decirlo
criollamente, un señor rabo de paja que
aconsejaba el silencio, silencio que tuvo
que romperse sólo cuatro años más tarde en
los juzgados y ante las denuncias de un
García Miró que se sintió vejado y
traicionado?
Porque eso del rabo de paja es un asunto
clave para El Comercio. Como el periódico
tiene un enorme talento para intuir quiénes
la deben y la temen, lanza sus amenazas,
ahora también teledirigidas, a blancos bien
escogidos. Blancos como algunos pusilánimes
miembros del Consejo Nacional de la
Magistratura, quienes, bajo la presión casi
extorsiva del periódico, se han apresurado a
decir que investigarán a la Fiscal de la
Nación. Y todo porque a la Fiscal de la
Nación no le da la gana de arrodillarse ante
El Comercio. Porque El Comercio está
“acostumbrado” a que el Estado se le rinda y
los presidentes lo adulen. Y hay poseedores
de kilométricos rabos de paja que así lo
hacen.
Disculpe, señor director. Me salí del tema.
El tema era que ustedes “transaron
caballerosamente” con quien, cuatro años
más tarde, resultó ser, según vuestras
propias palabras, un hombre que no tenía
nada de intachable.
Ahora bien, el alegato de El Comercio en
contra de Luis García Miró Elguera reconoce
explícitamente la existencia de las famosas
cuentas secretas. Cito textualmente:
“Cuentas en el extranjero.- A este respecto
manifiesta el demandante que al hacerse
cargo de la Gerencia General “tomé
conocimiento de la existencia de cuentas
secretas bancarias existentes (sic) en el
extranjero… uno de cuyos principales
beneficiarios era precisamente Alejandro
Miró Quesada Garland”. La afirmación es
parcialmente falsa. Lo único verdadero es
que las cuentas existieron”. (Fin de la
cita).
Eso dice el alegato de El Comercio, señor
director: “Lo único verdadero es que las
cuentas existieron”. Y ese documento está
suscrito por don Guillermo Lohmann Luca de
Tena, apoderado de El Comercio, e ingresó al
primer juzgado civil de Lima el 18 de
noviembre de 1998. Claro que el mismo
documento añade que fue don Luis García Miró
Elguera quien “abrió y operó” dichas
cuentas. O sea que El Comercio culpa a don
Luis García Miró Elguera ¡hasta de la
existencia de las cuentas secretas! Menos
explicable entonces la “transacción
caballerosa” de enero de 1994.
Nada dice El Comercio, sin embargo, sobre
cuánto tiempo tuvieron esas cuentas (fueron
once años realmente), ni quiénes se
beneficiaron ni con cuánto (fueron seis
miembros de su Directorio), y nada de nada
respecto de la procedencia de esos fondos no
declarados (eran pagos, por debajo de la
mesa, de proveedores de El Comercio, según
García Miró). Y nada aclara en relación a lo
que llamó “repatriación de fondos” cuando de
lo que se trató fue de cancelar el saldo que
existía en 1993 (más de ochocientos mil
dólares) sin decir ni una palabra sobre los
años anteriores.
Es más, los ochocientos trece mil dólares
“regresados” ni siquiera fueron a parar a la
empresa. Fueron repartidos de inmediato
entre todos los accionistas de El Comercio,
quienes recibieron sendos cheques por
distintos valores según su jerarquía
accionaria. Álvaro y Bernardo Roca Rey
recibieron, por ejemplo, 24,706 dólares por
cabeza mientras José Graña Miró Quesada
obtuvo 37,036 dólares. Alejandro Miró
Quesada Garland, que se había beneficiado
durante once años con sumas salidas de las
cuentas secretas, fue paradójicamente
favorecido con otros 52,051 dólares y doce
centavos salidos de esos mismos fondos.
Así “resolvió” su periódico, señor director,
el grave asunto de las cuentas en el
exterior no declaradas. ¿Y así se yergue
como el periódico que decide quién debe ir a
la cárcel y quién no, quién debe ser
ensuciado por sus insinuaciones y quién
lavado por su interés, quién merece ser
linchado socialmente y quién debe aparecer
en su página de Sociales? ¿Con ese rabo de
paja (y con otros plenamente documentados)
se considera usted, señor director, el
Procurador imaginario del Perú? ¿Y con ese y
otros “pasados” (y presentes) quiere usted
que todos tiemblen ante sus
“investigaciones”? No me haga usted reír
otra vez. Si usted no respeta la honra de
quienes no le rinden pleitesía, no espere
ser de verdad respetado.
Pero no se puede usted quejar. En esta carta
he cumplido con aquello que el tirano
espacio no me permitió ayer: dar la otra
versión, citar la otra orilla, hacer eso
que ustedes no practican con la frecuencia
que deberían.
Con la modestia de siempre, se despide su
muy remoto colega
César Hildebrandt
ARTICULO SOBRE EL DIARIO EL COMERCIO: 6 de
febrero del 2008
31313-w6Kg9Gm6Ns7Ky3AEl Comercio ante la
fiscal, En esto que parece una novela
policiaca pero que no es una novela
policiaca sino pura realidad, en este drama
de la vida real que es la biografía moral de
El Comercio, no podía faltar el capítulo
escrito por la Fiscal Superior Penal del
Fujimorismo doña Julia Eguía Dávalos, la
que declaró prescritos los delitos cometidos
por los máximos directivos de ese periódico.
Es que el escrito de dicha fiscal –luego
acusada de recibir dineros mensuales de
Vladimiro Montesinos y procesada por ello–
es una obra maestra del sibilinismo
judicial. Todo indica que Fujimori y
Montesinos quisieron salvar a El Comercio de
la vergüenza pública, pero, al mismo tiempo,
decidieron que la fiscal a su servicio debía
dejar constancia absoluta de que los delitos
se habían cometido. Es decir, querían dejar
evidencia plena del inmenso favor que les
estaban haciendo a ciertos Miró Quesada
implicados en la mar de felonías.
La prescripción se dio el 28 de junio del
año 2000, tras el fraude de aquel Fujimori
candidateando a solas y pudriendo luego la
política con la compra de tránsfugas. Los
señores Miró Quesada que dirigían (y
dirigen) el periódico debieron celebrar con
champán esa resolución venida, nada menos,
de la Fiscalía Superior Penal. Dos años de
guerra con don Luis García Miró terminaban
en parte (hay todo un tramo de litigio que
continúa) y los Miró Quesada salían
formalmente “limpios” de una de las
porquerizas empresariales más comentadas de
todos los tiempos.
¿Limpios? Leamos parte de lo que escribió la
fiscal superior Julia Eguía Dávalos:
“QUINTO: efectivamente se puede apreciar que
los miembros del Comité Económico de la
Empresa Editora El Comercio S.A, conformado
por los señores Aurelio Miró Quesada Sosa,
Alejandro Miró Quesada Garland, Luis Miró
Quesada Valega y Luis García Miró Elguera,
se apropiaron de dinero de propiedad de la
Empresa Editora El Comercio S.A.,
depositándolo en cuentas bancarias en el
exterior desde el año mil novecientos
ochentidós al año de mil novecientos
noventitrés, siendo el modus operandi del
delito el recibir comisiones ilícitas que
eran pagadas por diversos proveedores en el
exterior, comisiones que en lugar de ser
depositadas en las cuentas de Empresa
Editora El Comercio S.A., eran ingresadas
en cuentas especiales en el exterior, las
que no eran de conocimiento del resto de
accionistas ni del fisco peruano, para luego
ser repartidas entre los diversos miembros
del Comité Económico antes reseñado…”
¿Limpios?
Sigamos leyendo:
“SEXTO: Las cuentas a las que se hace
alusión son las número 019-233434 del
Chemical Bank, la número 4031498 del Royal
Bank of Canada, la número 6382769081 del
Barnett Bank y la cuenta número 4280653877,
esta última denominada cuenta MARCO POLO del
Barnett Bank, cuentas en que diversos
proveedores como Industrias Forestales S.A.,
Abitibi Price Sales Corporation, Papelex
Ltda., Compañía Manufacturera de Papeles y
Cartones S.A., depositaban las comisiones
ilícitas producto de la compra de diversos
bienes de materia prima por parte de la
Empresa Editora El Comercio; comisiones cuyo
monto se incrementó por efecto del uso
ilegal de los dólares MUC; comisiones éstas
que no fueron declaradas al fisco peruano,
ni a la totalidad de accionistas de Empresa
Editora El Comercio S.A., ni tampoco a los
trabajadores de dicha empresa, quienes
tenían una expectativa de ganancia por la
incidencia de dichos ingresos no declarados
en las utilidades de la empresa…”
¿Limpios?
Continúa el dictamen:
“DÉCIMO: se encuentran así evidenciados
todos los elementos objetivos del delito de
Apropiación Ilícita como la concurrencia de
elementos subjetivos como es el dolo por
parte de todas las personas antes
reseñadas…”
“DUODÉCIMO: en cuanto al delito de ESTAFA,
para que este ilícito pueda darse, es
necesaria la existencia de una cadena lógica
de antecedentes… compuesta por los elementos
de engaño, disposición patrimonial y
perjuicio, elementos que en el presente caso
se dan…”
Y, sin embargo, a pesar de tanta
culpabilidad y tanta cochinada, ninguno de
los implicados fue sometido a juicio alguno.
¿Por qué? No sólo por la ley no escrita de
que en el Perú ningún señor encopetado puede
ser enviado a la cárcel sino porque, en este
caso, la fiscal Eguía Dávalos, obedeciendo
a un pacto entre el Fujimorismo y El
Comercio según lo dicho por Luis García
Miró, sacó de la manga una prescripción que
jamás debió darse porque fue concebida ¡a
partir de fechas equivocadas!
En efecto, en la última página de su
resolución, la fiscal señala:
“toda vez que señala que los hechos materia
de investigación datan desde mediados del
mes de julio de mil novecientos ochentinueve
al año mil novecientos noventa…”
El error es flagrante. El último delito de
estafa analizado en el dictamen se cometió
en 1993, que es el año final de la vigencia
de las cuentas secretas y el año en que
ochocientos trece mil dólares de esas
cuentas se repartieron ilícitamente entre
sus accionistas. Por lo tanto, si el último
delito de estafa –aparte de apropiación
ilícita y evasión fiscal– databa de 1993, la
prescripción no venía al caso. Porque la
prescripción para un delito de estafa
comienza a correr a partir de los nueve años
de cometido. Por lo tanto, para el caso que
nos atañe, la prescripción sólo podía correr
a partir del año 2002. Por eso es que Eguía
Dávalos distorsiona los hechos, se
contradice patéticamente y deja una señal
nítida de la enormidad del legicidio que
estaba cometiendo a pedido específico de
alguien. Por eso sitúa el año 1990 como el
del último delito: para que su resolución
del año 2000 tuviese un año adicional de
margen y, por tanto, valor legal (aunque
ninguno ético). A una inteligencia superior
a la de Eguía Dávalos le interesaba dejar
tamaño y sangrante muñón judicial. Esa
inteligencia, según García Miró, fue la de
Montesinos.
Hay más: la fiscal se permite una frase casi
maliciosa a la hora de sustentar la
prescripción. La frase es ésta:
“…además de precisar la prescripción
extraordinaria en procesos en giro, en los
que el Estado tiene una prerrogativa de
protección…”
¿Estado? ¿Prerrogativas? ¿Protección? ¿Era
otro mensaje cifrado para dejar constancia
de la gracia concedida?
Como he dicho, la prescripción se produjo el
28 de junio del año 2000. Siete días más
tarde, El Comercio titulaba así su primera
página:
¿Primera señal democratizadora?
Fujimori DICE QUE MONTESINOS DESEMPEÑARÁ UN
CARGO PÚBLICO
OEA garantizará diálogo entre Gobierno,
oposición y sociedad civil
Los días anteriores se había ocupado en su
primera de primera del Estadio Monumental de
la U (4 de julio), del triunfo de Vicente
Fox en México (3 de julio), de los precios
del combustible (2 de julio) y del valor del
PBI rectificado (el 1 de julio).
Hubo todo un editorial instando al Perú a
confiar en el futuro y en los “propósitos
democratizadores” del gobierno. De ese
gobierno que todo lo compraba.
Todo eso pareció raro en un diario que antes
se había quejado “de la espada de Damocles”
que pendía sobre su cabeza y que había dado
gran acogida a la denuncia de las firmas
falsificadas por la cuadrilla de Absalón
Vásquez.
Según García Miró Elguera, los Miró Quesada
fingieron ser oposición dura durante unos
meses para luego poder negociar con el
gobierno y, además, para poder decir, como
lo insinuaron, que las denuncias penales en
su contra eran una represalia por su papel
fiscalizador. García Miró Elguera lo dice
con estas palabras en un escrito presentado
al relator especial para la libertad de
prensa de la Comisión Interamericana de
derechos humanos (octubre del 2001):
“Transcurrida LA PRIMERA semana de julio del
año 2000, y habiendo cumplido Vladimiro
Montesinos la parte de su acuerdo
(básicamente, la prescripción, nota del
redactor), el diario El Comercio también
cumplió su compromiso y no volvió a dar en
su primera página noticia alguna sobre la
corrupción del gobierno de Alberto Fujimori…”
Claro, hasta que llegó el video y mandó
parar.
Así se “resolvió” también el lado más oscuro
y penal de sucedido en El Comercio, el
diario que hoy parece aspirar a que la
Fiscal de la Nación se porte como doña Julia
Eguía Dávalos. Y que hoy amenaza al Consejo
Nacional de la Magistratura con su teatral
“indignación moral”. Y que hoy sigue
creyéndose la última palabra en todo lo
opinable. Porque con su vasta y crecida
servidumbre –servidumbre que en Canal 4
trabaja hasta altas horas de la noche– está
convencido de que nadie se le enfrentará.
Es ridículo, fariseo, espectacular y
surrealista sentirse un tirano de lo
políticamente correcto cuando a uno le han
prescrito, desde una fiscalía digitada por
la mafia, delitos efectivamente cometidos.
¿No se dan cuenta estos soberbios de
quiénes, en efecto, son?
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