Cada metro cuadrado debe conquistarse por la
fuerza o el poder del dinero. Para los desposeídos o débiles
queda "La Pampa", esas cuadras del penal de
Lurigancho que albergan a 100 reclusos en un solo ambiente.
Las pocas celdas existentes se venden, se alquilan o se
invaden, en un sistema en el que las autoridades
penitenciarias no hacen nada, miran a otro lado o reciben una
comisión para ser tolerantes.
La República pudo constatar que el precio de
las celdas varía según el pabellón, las comodidades que se
ofrecen y por las leyes del mercado ‘libre’.
Las que tienen baño propio y conexiones eléctricas
son las más codiciadas. Se ubican en los pabellones de los
narcotraficantes, ex militares, ex policías y reos primarios
con dinero. Son las celdas con vista al jardín y salida al
patio que cruza los pabellones impares, a espaldas del
"Jirón de la Unión". Allí las celdas se venden
hasta por 3,000 dólares, cuando cuentan con baño propio y
conexiones eléctricas que permitan tener o ya tienen un
televisor, una congeladora o un minibar, más teléfono,
El valor de una celda
El precio también depende de la ubicación
dentro del pabellón. Es el caso del segundo piso del pabellón
7 donde hay una sala de billar y otra de video, para ver los
últimos estrenos en DVD pirata. Además, hay variedad de
tiendas y pollería a delivery, a cualquier hora del día.
También licor.
En los pabellones 11-B y 11-A se pueden
conseguir celdas por 800 a 1,500 dólares. En el pabellón
Británico, donde están las celdas de castigo, se venden las
del segundo piso, por mil dólares, pues algunos presos las
prefieren para aislarse por problemas con otras bandas.
Las celdas más baratas se encuentran en el
primer piso del pabellón Nº 1 que marca el ingreso a La
Pampa. Se pueden conseguir hasta por 800 soles. En La Pampa no
hay celdas, pero es posible comprar una cama por 300 soles o
seudoceldas, construidas por los mismos reclusos con triplay o
frazadas, para dar cierta intimidad al usuario.
Por exceso de offerta
También se abaratan por un exceso de offerta,
cuando se producen traslados intempestivos de reclusos. Pueden
acapararse, para alquilarse durante los días de visita, por
horas, como improvisados hostales, si se tiene el dinero y la
fuerza para mantener la posesión.
La compra es por todo el tiempo que el reo
permanezca en prisión, luego puede traspasarla o venderla.
Los "nachos" (narcotraficantes), jefes de bandas de
secuestradores o asaltantes suelen comprarlas con anticipación,
ante la eventualidad de ser detenido. Por lo general, la
compra se realiza en las primeras 24 horas de la detención.
Si alguien cae, los primeros en enterarse son
sus amigos en el penal, que de inmediato hablan con el
delegado y el alcaide para buscarle un espacio. Los
narcotraficantes tienen más tiempo para realizar sus compras,
pues pasan 15 días en los calabozos de la policía, antes de
ir al penal. Un familiar, un amigo ya preso u otro narco que
lo precede en el camino a la prisión puede buscarle un
"cuarto".
El pago por la compra-venta de las celdas se
realiza de preferencia fuera del centro penitenciario, entre
familiares o personas de confianza de los
"contratantes". Los intermediarios dan el visto
bueno a la transacción e ingresan parte del dinero al penal
durante los días de visita.
Pilares del ‘orden’
En este negocio participan las mafias que
controlan el penal, los delegados y los comités de disciplina
de cada pabellón, el delegado general comercial y los
alcaides.
Estos cinco grupos son los pilares del orden,
en este mundo sin ley. Ellos se encargan de dar seguridad a la
transacción y que la propiedad sobre una celda sea respetada
por los demás, recibiendo cada uno una parte del precio
pactado.
Aquel que quiera desconocer un contrato
recibirá una golpiza del comité de disciplina como primera
advertencia y allí termina todo.
Los delegados de pabellón, elegidos por los
mismos presos en teoría, pero impuestos por las mafias en
realidad, son la máxima autoridad dentro del pabellón. Ellos
recogen las comisiones para los alcaides y exigen los cupos a
los reclusos que recién ingresan, pagos que se piden
generalmente como contribución para el pintado de la celda.
El alcaide es el primer eslabón de esta
cadena, débil en autoridad, pero necesario para mantener el
sistema. Como autoridad penitenciaria decide a qué pabellón
va un detenido.
Se supone que cada pabellón alberga un
determinado delito e incluso a un barrio de Lima, pero siempre
se puede elegir. Se habla que para asegurar la calificación a
los pabellones 7 ó 9 se debe pagar 300 dólares, para el 5 y
12 que son pabellones intermedios hasta 100 soles. Esta es la
realidad que se vive en las cárceles del país. Celdas que se
venden en medio de un ‘orden’ impuesto por los mismos
presos. "Comodidades’ para los que pueden obtenerlas,
gracias al poder del dinero, el apoyo de amigos poderosos y
miedo.
Los que no pueden tienen que soportar el peso
de un sistema carcelario implacable, injusto, terriblemente
opresivo y que multiplica el castigo de la sociedad.