Huancaneno mata cura, Mensajes de esperanza Peru Jorge Paredes Romero Periodista humanista

Huancaneño mata cura

Jorge Paredes Romero

Periodista y humanista peruano

Lo que ha sucedido ahora días en que la población de la Comunidad de Acocollo perteneciente a Huancané, provincia del departamento lacustre Puno, ajustició a palos a dos de los cuatro delincuentes que habían asaltado a los dirigentes, apropiándose de los dineros que la población había reunido, en actividades para instalar agua potable en la comunidad.
Ciertamente la gente se ha sorprendido ante esa muestra de “salvajismo” dicen, cuando no es más que la concreción de la justicia popular, que en estos últimos tiempos se está haciendo más evidente, debido a la ausencia de presencia del estado, no solo en los pueblos alejados sino en la misma capital de la república y es que la policía, organismo creado para brindar seguridad a la población, se está dedicando a otros menesteres como es cuidar bancos, empresas, brindar guardianía privada y hasta firmar convenios con las empresas mineras con el aval del estado, ya que esos convenios los firman generales de esa institución.
Pero lo que hoy en el 2015 llama la atención, yo lo conocí el año 1961 y ha existido siempre en esas regiones, que históricamente eran ocupadas por el pueblo Huanca posesionados en esta región del Collasuyo, lo que en el siglo XVI eran liderados por su Curaca de nombre Huanca, el que tenía hijos, uno de ellos llamada Huancarani, quien a su vez heredó en su hijo llamado Huancané y llegaron a esa zona de Taraco y fueron alojados en los Palacios de Callcampata, luego de haber traspuesto la quebrada Pucarani, fueron ellos los que hicieron una de las últimas resistencias a los españoles, pero en vista de la ancianidad de su curaca desistieron, más quedó en sus corazones la idea de rechazar siempre a los blancos barbados y tanto así que en una oportunidad ajusticiaron a los curas que abusaban de los naturales, de allí les quedó el mote de “Huancaneño matacura”
El año 1961, luego de haber cumplido los 17 años llegué a Puno, a orillas del lago Titicaca, de allí me trasladé a Juliaca, luego pasé a Huancané, después de conocer Taraco zona de ferias dominicales, es decir bordeando el lago pude llegar a esta ciudad de Huancané, en donde estuve varios meses, allí conocí a los Vargas familia del Juez, a los Torres presidente de los Leones y dueño de un importante almacén proveedor de víveres a los docentes de todas las estancias y comunidades del distrito, y otras familias entre ellos a una autoridad, quienes tenían una hija muy atractiva que terminaba la secundaria y de quien me enamoré . Recuerdo en la fiesta de las cruces, muy célebre y es donde subían al Apu, no para venerar la cruz, sino para honrar al Apu, siguiendo la costumbre de hacer creer a los blancos que iban por la cruz que había sido colocada en la cumbre de los Apus, cuando en realidad iban a conmemorar y honrar a los Apus, los verdaderos patrones y divinidades de las comunidades en la serranía peruana. En esas fiestas había gran consumo de licor, luego de los castillos y la misa en la parroquia y los ponches en la plaza de armas, toda la noche era de beber alcohol bailes de pandillas, diabladas y llameradas, al son de bandas y orquestas autóctonas.
En la mañana siguiente fui convocado a la oficina de la autoridad, en donde el padre de la joven de la cual estaba prendado, era titular, me hizo una sutil advertencia. Mira Jorge, anoche murieron dos personas, no se conoce a los autores y aquí a los extraños se les tiene mucha desconfianza, no quisiera te pase algo malo, así que ya creo sabes lo que debes hacer, es todo. Pues comprendí el mensaje, dicho señor no estaba de acuerdo con que enamorara a su hija, yo ni corto ni perezoso tuve que liar la poca ropa que tenía y despedirme del dueño del hotel donde me encontraba hospedado, que a la vez era dueño de un billar, recuerdo le decían Chajariri, quien también me aconsejó diciéndome: “Mejor márchate muchacho, es el mejor consejo que puedo darte, como si fueras mi hijo.

Efectivamente había visto los cuerpos de los fallecidos y estaban destrozados a pedradas en una de las calles de Huancané y durante los meses que viví allí pude ver como arreglaban sus problemas esa gente, eran muy violentos, recios y no tenían miramiento alguno al momento de coger un palo, piedra o cualquier objeto contundente con el cual arremeter contra el adversario, peleas en las que nadie se interponía, sencillamente se convertían en espectadores de aquello, que más que seguro era un arreglo de cuentas entre ellos y era algo ya conocido por los vecinos y espectadores obligados de aquello, del mismo modo por alguna circunstancia tuve que visitar la cárcel del lugar y era un sitio verdaderamente insalubre, que aterraba el solo verlo, pensar que allí no tenía ni la menor probabilidad de probar mi inocencia, más aun siendo un extraño y por mi edad indocumentado, sin familia, pues preferí viajar de regreso a Juliaca, de donde en pocos días preparé mi viaje de regreso a la ciudad de Arequipa y luego a Mollendo, fue así como en la ciudad porteña de mis años infantiles ingresé a trabajar a la Agencia de aduanas Donnelly de los hermanos Frank y Anthony Flanagan.

Pero el relato lo centramos en la forma de ser de la gente de Huancané, efectivamente ellos son muy fríos a la hora de ejercer justicia popular, la cual es muy respetada, de allí que en lo sucedido de Acocollo vemos a la Fiscal y al policía imperturbables, porque saben que ante la decisión popular nada podrán hacer, uno por respeto y otro porque podrían resultar lastimados y como hemos visto no hay compasión, sencillamente esos malhechores estuvieron agonizando por más de ocho horas, mientras seguían recibiendo castigo de los pobladores.
He tenido oportunidad de vivir en lugares como Ayaviri, del mismo modo en otros lugares circundantes al Lago Titicaca y las decisiones populares, es decir de los miembros de la comunidad son muy respetadas, igualmente las tradiciones y las costumbres son guardadas con mucha religiosidad, no es por motivo alguno tomado a broma y una de las primeras recomendaciones a los recién llegados es aquella frase popular: “Al lugar que fueres, haz lo que vieres” , de modo que una cosa es verlo de lejos y criticar la actitud tanto de la fiscal como del policía, otra es estar allí y ver los rostros de los pobladores, analizar sus gestos, la forma cómo actúan, sus palabras y la forma tan fría como se comportan, para entonces no tener sino que asumir una actitud pasiva y expectante, no se puede intervenir, por muchos motivos, sobre todo por ser un extraño que desconoce las costumbres del lugar, que por más sorprendentes que pudiera parecernos son la ley de esos pueblos.
He recorrido varios otros lugares de Perú y en cada lugar pueden apreciarse costumbres diversas, es la pluriculturalidad de nuestro país, que así como disfruta de climas diversos también ha bebido de culturas diferentes, tanto europeas como la fuerza de las tradiciones locales, de manera que solo queda respetar. En los tiempos que he recorrido aquellos lugares a los de ahora, hay una diferencia notable, ya que durante todos estos años los aymaras se han extendido por toda la zona sur, antes Tacna, Moquegua y el mismo Arequipa no tenían la enorme presencia de los Aymaras que ahora existe, por ejemplo la ciudad de Ilo (Moquegua), es la muestra de esa enorme presencia, la pujanza de su gente ha hecho de ellos una ciudad emprendedora lo mismo ha sucedido con Tacna y Moquegua, desde luego Arequipa por estar en la ruta, obligadamente ha recibido una enorme influencia Aymara, que quizá por ser disciplinada y respetuosa de esas costumbres, es lo que le ha permitido tener ese florecimiento, entonces ese es el lado bueno, el respeto a las tradiciones y deberíamos prestarle atención.

Jorge Paredes Romero

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